Componentes del grupo

miércoles, 16 de octubre de 2013

AZORÍN Y LAS NUBES



Las nubes, de Azorín (1873-1967), es uno de los relatos que se incluyen en su obra Castilla. En dicho relato, el autor crea un final distinto al elaborado en su día por Fernando de Rojas (1470-1541) en su obra La Celestina.
Azorín, muy lejos de aceptar el trágico final que les destinó Fernando de Rojas a Calisto y Melibea, elabora un final armónico en el que éstos se casan, tienen una hija que recibe el nombre de Alisa, y sus vidas transcurren tranquilas en la misma “casa solariega donde Calisto y Melibea se conocieron en algún tiempo.
Leer el texto de las nubes de Azorín te sumerge en un viaje de sensaciones. Por un lado, están su lenguaje clásico y un vocabulario complejo, que, junto a la estructura de las oraciones, hace sonar al texto como una auténtica poesía al leerlo.
 Por otro lado, están sus minuciosas descripciones de los lugares, las cuales provocan que, incluso,  los imagines frente a ti: “La casa es ancha y rica; labrada escalera de piedra  arranca de la honda del zaguán. Luego, arriba, hay salones vastos, apartadas y  silenciosas camarillas, corredores penumbrosos con una puertecilla de cuarterones en el  fondo, que, como en Las Meninas de Velázquez, deja ver un pedazo de luminoso patio.  Un tapiz de verdes ramas y piñas gualdas sobre un fondo bermejo cubre el piso del  salón principal; el salón, donde en cojines de seda puestos en tierra se sientan las damas.  Acá y allá destacan silloncitos”. Tan minuciosas son sus descripciones, que, junto a las repeticiones de algunas oraciones, te sugieren percibir olores: “Al pie de los cipreses se  abren las rosas fugaces, blancas, amarillas, bermejas. Un deseo aroma de jazmines y  magnolias embalsama el aire”.


Además, está la forma en que Azorín crea analogías del tiempo cronológico, la  naturaleza, el orden del universo; Azorín mira con otros ojos la realidad. Nos describe las nubes como algo que no es perecedero, si no que a pesar de ser distintas siempre son en sí ellas, siempre están presentes y siempre retornan; como el ciclo de la vida. Azorín nos muestra en su relato cómo la hija de Calisto y Melibea, Alisa, conoce a un joven, en las mismas circunstancias y lugar dónde hace tiempo a lo hicieron sus padres. El escritor nos muestra cómo las mismas vivencias, inquietudes y emociones resucitan al nacer de nuevo en otras personas; mezcla el pasado, el presente y el futuro sugiriendo que éste siempre continúa siendo el mismo en esencia; aunque con cambios, perdura en otros aunque unos mueran. ¿Cuántas veces hemos escuchado eso de que se va una vida y comienza otra nueva?, ¿qué en el mismo instante en que alguien muere, otro alguien abre sus ojos al viaje de la vida? Para Azorín es obvio que el ciclo de la vida se repite, que perdura en el tiempo, que siempre vuelve; aunque, con distinta forma, en distinto ser. Todo retorna, al igual que un día se va al caer la noche y después nace otro nuevo; al igual que la primavera, que las olas del mar vienen y van; todo en la naturaleza tiene un orden. Todo perdura antaño, aún y siempre. Siempre que alguien viva, en esencia, todos lo hacemos. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario